EL MAGO PINCELÍN
MATERIALES: Ladrillos, globos, colchonetas, picas, música de circo.
¿Queréis conocer la historia del Mago Pincelín?
El Mago Pincelín vive en lo alto de una colina, para llegar a su castillo hay que subir muchísimas escaleras, pero muchas, muchas de verdad. Cuando los niños querían ir a verle a su casa para que les enseñara sus trucos, primero tenían que subir 3 escaleras (los niños simulas subirlas) Pero cuando las subían allí sólo había unas estatuas señalando las siguientes escaleras (quietos como estatuas) Después tenían que subir 4 escaleras, pero cuando llegaban arriba, todo estaba lleno de saltamontes que, saltando y saltando les llevaban hasta las siguientes 5 escaleras, pero allí sólo había un río, que tenían que atravesar saltando entre piedritas (ladrillos) y así llegaban hasta las últimas 6 escaleras, y cuando las subían todo estaba lleno de globos de colores que tenían que explotar con el culete si querían ver la entrada del enorme castillo. (El castillo lo podemos crear con varias colchonetas o delimitando un espacio con tiza)
Tan alta, tan alta estaba la colina en la que vivía el Mago Pincelín, que cuando los niños llegaban hasta la puerta de su castillo, estaban ya tan cansados que cuando entraban se quedaban dormiditos en el suelo y no podían jugar con él.
Así que el Mago Pincelín, cansado de no poder jugar con nadie y de no poder mostrar sus fabulosos trucos de magia a los niños, decidió bajar de su colina, pero no creáis que tuvo que bajar todas esas escaleras no, se montó en su escoba mágica y bajó en un santiamén (con picas simulamos volar en nuestras escobas mágicas)
Cuando llegó al final de la colina, se puso a buscar niños y niñas para enseñarles sus trucos de magia, pero en la calle no había nadie, y no sabía dónde buscar ¿dónde creéis vosotros que podría encontrar niños?
Fue al colegio, pero allí no había nadie, ni siquiera estaban las puertas abiertas, siguió andando y llegó hasta un parque, pero lo columpios estaban vacíos, tampoco allí vio a ningún niño. Así que siguió andando y llegó hasta una biblioteca, pero allí tampoco había ningún niño leyendo cuentos. Y cuando salió de biblioteca se empezó a escuchar una música muy bajita (ponemos música de circo muy bajita) no sabía de dónde provenía ese sonido, así que siguió andando y la música se empezó a oír más fuerte, caminó un poco más y la música se oía ya estupendamente, así que se puso a bailar. Bailó, bailó y bailó, pero no sabía qué tipo de música era aquella… ¿Sabéis vosotros dónde se oye esta música?
¡Exacto!, era la música de un Gran Circo, y mientras bailaba se fue acercando a él, y se dio cuenta de que por eso no había niños y niñas en ningún sitio, ¡Todos estaban en aquel circo!
Así que nuestro mago tuvo una gran idea, podría hacer sus maravillosos trucos en aquel circo, para que todos los niños de todas las ciudades pudieran verlos.
Cuando entró en el circo empezó a dar vueltas por el escenario hasta que encontró a alguien que trabajara allí, y no fue hasta que dio tres vueltas que encontró al payaso Paquito. Entonces le dijo que quería trabajar en el circo, pero el payaso le pidió que le hiciera un truco de magia para ver si de verdad era muy buen mago.
El Mago Pincelín no dudó ni un instante e hizo un truco fenomenal, cogió su varita mágica y cada vez que decía las palabras “La magia de Pincelín acaba de llegar” y movía su varita mágica, todos los niños y niñas del circo empezaban a correr en todas las direcciones, hasta que decía las palabras mágicas “La magia de Pincelín se va a acabar” y entonces todos los niños y niñas se quedaban sentados en sus asientos.
Los artistas del Circo se quedaron impresionados y decidieron que a partir de aquel día nuestro Mago actuaría siempre con ellos.
El Mago Pincelín se fue muy contento a la cama (los niños se tumban –relajación-) y pensando en todos los trucos que iba a poder enseñar a los niños a partir de ahora, se quedo dormidito hasta el día siguiente.
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